Hace unos días fui a ver La forma
del Agua. No me gustó especialmente (tampoco me pareció absolutamente mala)
pero me sorprendió que es la candidata unánime a llevarse buena porción de los
Oscars y que tiene a toda la crítica embobada. Esto me indigno profundamente,
como siempre que salís del cine creyendo que todo el mundo debe opinar como vos
y te encontrás con que o tenés muy mal gusto o no entendiste la peli. Podría
intentar hablar de que lo único bueno de la película es la increíble estética y
el uso de los tonos verdes/azules. Podría hablar de que la película es un
collage de clichés del estilo “Monstruo bueno perseguido por la autoridad que
se esconde con los protagonistas” y debería llamarse “E.T en tonos verdes”.
Pero en vez de eso me parece mejor concentrarme en una de las cosas que más me
indignaron: La corrección política.
En esta era donde Hollywood (y
todo el mundo) se desespera por ser políticamente correcto y no ofender a nadie
resulta muy aburrido cuando las películas se esfuerzan –muy alevosamente y de
manera nada sutil- por enviar mensajes antirracistas, anti homofóbicos,
feministas, etc. Por supuesto, no digo que estos mensajes estén mal pero… ¿es
necesario que la película sobre monstruos incomprendidos dirigida por el latino
gordo tenga de protagonistas a una discapacitada, una negra y un gay mientras
que el malo es un hombre blanco de clase media que reúne todas las posibles
características negativas del ser humano? Ya entendimos que discriminar está
mal Hollywood, no hace falta que seas tan básico.
La corrección política está mal.
¿Saben porque? Porque después de ver esta película no reconocería a un tipo racista
ni aunque me lo pusieran en la cara. ¿Y saben porque? Porque en la película el
tipo racista ES EL MAL; ser racista no es solo una característica del
personaje, es EL personaje. El tipo es absolutamente unidimensional. En la vida
real, muy por el contrario, el tipo racista es más disimulado, tiene amigos,
capaz que hasta te invita a un asado, solo que cada tanto dice “negro de
mierda”. No quiere que eliminemos a los negros de la faz de la tierra, no es
Hitler reencarnado, solo prefiere un doctor Argentino a uno Venezolano. Y todo
esto está mal. Está muy mal. Pero es sutil; y hay que saber identificarlo en la
gente que queremos. Porque verlo en el
villano-misógino-racista-homofóbico-fascista-del-mal es facilísimo pero verlo
en tu amigo de la primaria no tanto. Si tu amigo es super gamba ¿Cómo va a ser
racista? Los racistas son todos nazis, garcas, sucios y feos… seguro.
Mucho más difícil es detectar la discriminación en uno mismo. Nadie nunca podría identificarse con el pedazo de ente maligno que la película te muestra como villano. Ese villano está ahí para darnos seguridad, para limpiarnos la conciencia. En vez de servirnos para detectar la discriminación, la oculta. Porque los villanos de película no existen en la vida real así que apuntamos con el dedo a la pantalla con total tranquilidad. Porque nosotros no somos malos nivel Torturo-Y-Violo-Gente-Con-Una-Picana-Eléctrica así que todo bien, no podemos estar haciendo nada malo… ¿no? Sigamos con lo nuestro.
Un ejemplo muy distinto es, por
ejemplo, Ron Weasley (Gracias Harry Potter por tanto) con los elfos domésticos,
tremendo facho Ron… pero es sutil. El tipo desprecia a los elfos domésticos
porque así se lo enseñó la sociedad, no porque sea malo. Y con un poco de
esfuerzo e inteligencia aprende que estaba equivocado y al final se preocupa
por ellos. Todos podemos ser Ron Weasley. Nadie quiere ser Dolores Umbridge.
El mismo problema sucede de
manera inversa: después de ver esta película salís creyendo que todos los gays,
negros y mujeres del planeta deben ser pura bondad… porque son de sectores
oprimidos, claro… entonces no pueden ser malos, ¿no? No existe negro garca ni mujer
jodida ni gay mal tipo sobre la faz de la tierra, obvio. Porque si en nuestra
película el gay es malo entonces seguro somos unos homofóbicos así que por si
las dudas lavemos a todos los personajes hasta que quede clarísimo que estamos
en contra de todas las cosas malas y a favor de todas las cosas buenas. El
problema, para mí, es el siguiente:
No sé si lo notaron pero en las
películas los personajes que reúnen rasgos que no suelen ser discriminados (como
ser blanco, de clase media, heterosexual) son solo personajes, libres de vivir
cualquier trama. Representan características universales como “la bondad”, la
“inteligencia”, “la maldad” o “la estupidez” de manera independiente a sus
características étnicas, raciales, sexuales, etc. Nadie diría que la Forma del
Agua es un ataque hacia la heterosexualidad solo porque el villano es
heterosexual. Strickland es un villano de manera universal.
Por el contrario, los personajes
que reúnen rasgos que suelen ser discriminados casi siempre están en
representación de ese grupo. Con pocas grandes excepciones como Samuel L.
Jackson haciendo de negro racista en Django y alguna que otra más, por lo
general estos personajes están para decirnos como el director ve a dicho sector.
Lamentablemente, en el cine de hoy la elección por default para un personaje es
que sea blanco y heterosexual. Si el director elige que sea negro o que sea
homosexual, suele ser con alguna intención. Y ahí está el problema. Al ver un
personaje gay, incurrimos en un pequeño (pero no menor) acto de discriminación
y nos preguntamos “¿Por qué habrá decidido el director que este personaje sea gay?”.
Jamás nos preguntamos eso de los personajes heterosexuales. Tenemos tan
presente la discriminación (tanto porque discriminamos como porque nos
esforzamos por no hacerlo) que no podemos evitar hacernos esa pregunta.
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